domingo, 8 de mayo de 2011

Entrevista a Colin Vallon

(versión en catalán de la entrevista)
El trío que lidera el pianista Colin Vallon posiblemente sea el grupo de jazz suizo más solicitado y con más proyección del momento. Con tres discos en su haber, una trayectoria que se inició en 2004 y un deseo cada vez más evidente de mostrarse como un grupo en el que no hay un líder, sino tres músicos que construyen su arte colaborando entre sí, el conjunto llamó hace algo más de dos años la atención de Manfred Eicher. Este martes debutan en Barcelona, en el último concierto del ciclo ECM Barcelona L’Auditori Series.
Lo primero que llama la atención del nuevo trabajo es que, mientras que en los dos primeros discos el grupo se llamaba “Colin Vallon Trio”, en Rruga (ECM) figuran los nombres de los tres componentes en la portada, como si este último disco fuera más un esfuerzo colectivo que la obra de un grupo liderado por un pianista.
Colin Vallon: Podría decirse que yo fundé el grupo, de ahí que al principio nos llamáramos Colin Valon Trio, pero rápidamente quedó claro que nuestra música era fruto del trabajo de los tres, que se debía a un trabajo colectivo, y nos apetecía darlo a entender también visualmente en este disco. En los discos anteriores, la mayoría de composiciones eran mías, aunque también había algunas improvisaciones colectivas y alguna que otra versión; en este último, sin embargo, las composiciones pertenecen a los tres, y por eso también me parecía importante que aparecieran los tres nombres en la portada.
Ailleurs, el segundo disco del grupo, lo publicó HatHut Records, y ahora habéis grabado para ECM. ¿Os encontráis a gusto en sellos minoritarios y con una línea estilística tan concreta?
C.V.: Sí, aunque ECM es un sello mucho más grande que HatHut Records, tal vez el sello independiente más importante que existe. Nuestra música no está pensada para el gran público, y me parece importante posicionarse claramente en el mercado. Tal vez si hubiéramos grabado para una discográfica más comercial, habrían buscado que el disco tuviera precisamente un mayor impacto comercial, pero la ventaja de grabar para sellos como HatHut o ECM es que ahí prima la música sobre las ventas o la imagen.
Los proyectos de ECM tienen fama de cocinarse a fuego muy lento. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que os propusieron grabar con ellos hasta la salida del disco al mercado?
Samuel Rohrer: Unos dos años y medio. Pasaron casi dos años antes de que entráramos a grabar, y desde entonces han pasado unos ocho meses hasta que el disco ha salido a la calle.
C. V.: Para nosotros ha sido muy interesante trabajar con Manfred Eicher porque es una persona que tiene una idea muy clara de la música, y siempre trata de extraer lo mejor de cada grupo.
¿Cómo ha cambiado la música del trío a lo largo de todo este proceso?
Patrice Moret: No diría que ha cambiado, sino que ha evolucionado, porque siempre hemos tocado lo que nos apetecía. Es cierto que, cuando entras en el estudio, cambias un poco tu manera de tocar, pero en directo seguimos tocando como lo hemos hecho siempre.
C.V.: Hemos desarrollado un lenguaje que, con el tiempo, ha ido evolucionando. Siempre he creído que, musicalmente, somos un grupo que asume muchos riesgos. En nuestro repertorio, apenas hay temas arreglados de principio a fin. A menudo no sabemos qué va a pasar, y siempre cabe la posibilidad de que un tema se transforme cuando lo tocamos en directo. Además, tomar riesgos ayuda a que la música esté viva y sea más interesante.
En Rruga, parecéis trabajar más con desarrollos largos que con temas que sigan una estructura tradicional, como si os interesara más hacer una música que pretende transitar por diferentes ambientes.
C.V.: Tengo la impresión de que la música del grupo va cada vez más en esa dirección. Creo que cada vez tocamos menos temas al uso, en los que cada uno de los instrumentistas tiene su solo. De hecho, encuentro la palabra "solo" un poco extraña: es como si llegara un momento en un tema en que un músico improvisa y el resto se limitan a acompañarlo, y luego otro improvisa y el primero acompaña... Como si con esa palabra se quisiera diferenciar el solo del resto de la música, pero para mí se trata únicamente de música, de principio a fin.
Posiblemente, una concepción tan abierta de la música como esta exige un proceso de reflexión previo sobre lo que se quiere alcanzar.
S.R.: Más que hablar, nosotros hemos tocado mucho juntos, y a veces nos gustaría que un tema tomara una dirección determinada, pero al final las cosas nunca van por ahí (ríe).
P.M.: Creo que, en nuestro caso, hemos llegado a esta concepción de una manera muy natural. Todos tenemos unos gustos musicales muy amplios, y esto se nota en nuestra música. También creo que este concepto musical no funcionaría tan bien si obedeciera a una planificación previa.
Si algo caracteriza Rruga es que la tensión musical no nace de la fuerza o del volumen sino de la voluntad de expresarse con el menor número de elementos posible.
C.V.: Sí, es cierto que el disco es así, pero en directo la cosa cambia, tal vez no sea una música tan plácida. Pero de hecho es normal. El disco tiene un color, pero en los conciertos hay más atmósferas. Hay una cierta tendencia en el mundo del jazz a presumir de virtuosismo instrumental, a querer demostrar todo lo que uno sabe hacer, a buscar la complejidad. Hay muchos músicos que, técnicamente, son extraordinarios, pero eso no significa que su música vaya a ser mejor si demuestran todo lo que saben. Para mí, más que el individuo, lo que realmente importa es el grupo. Y eso es lo que distingue a unos de otros: sonar como un grupo.
En la historia de este disco y de este grupo, por distintos motivos musicales y extramusicales, parece tener un peso muy importante también la multiculturalidad, las músicas del mundo...
C.V.: Para mí, el término jazz se refiere a la música folclórica norteamericana. Partimos de esa tradición, como lo han hecho otras grandes figuras de esta música, que también venían de ahí y que luego se alejaron de ella. Entiendo el jazz como un estado mental. No es una palabra que me moleste, si bien es cierto que le atribuyo una connotación muy local y norteamericana, pese a que luego se haya convertido en una música internacional. Para mí, el jazz es una manera de abrir la música a distintos elementos, justamente para poder incluir en ella todo tipo de influencias y estilos, no sólo las músicas del mundo, sino también, por ejemplo, la música electrónica o la nueva música clásica, e intentar, a partir de todos esos elementos y de la improvisación, crear una música propia.